miércoles, 1 de junio de 2011

Diario del peregrino III

24 – Noviembre – 2010
     Estoy más cerca ahora de lo que jamás he estado en mi vida.
      La búsqueda que tanto ha atormentado mi existencia está llegando a un punto culminante, aunque temo  por mi vida ahora más que nunca. Le he seguido la pista hasta el puerto de Veracruz, tal parece que Pedro Bermúdez quiso regresar a su lugar de origen, de hecho, más que regresar, huir.
     La investigación que Omar y yo hemos estado realizando acorde al diario que he encontrado nos ha llevado a descubrir lo que tal vez sea uno de los secretos más obscuros que la Iglesia ha tratado de ocultar.
     Se dice que Bermúdez solo pudo componer un libro de coro estando en la Catedral de Puebla, pero en su diario el relata la petición de uno de los cardenales españoles de esa época, y gran influyente en la política eclesiástica, que había llegado a Puebla para una visita a las mayores ciudades devotas de la nueva España: Bernardo Sandoval, el cual le encarga a Bermúdez la composición de cuatro misas para semana santa.
     Espero que no sean las mismas cuatro misas que me han mandado a componer a mi. Necesito descubrir  el sendero que le fue obligado a tomar y tal ves así encontrar a Pedro Bermúdez. 

domingo, 29 de mayo de 2011

Retorno

Cuatro años después, regrese al lugar del que había huido un viernes de Mayo de 1994.
Las calles vacías y sin vida de la ciudad de los Ángeles era mi entorno, sombras de almas perdidas en una realidad tan falsa como la libertad misma deambulaban en la cuidad ahora en ruinas.
No imagine encontrar a la que había sido mi casa aun edificada, pero lo estaba, mis pies solo me conducían a este lugar, por pura inercia, susurros de mentiras enterradas en el tiempo se movían con el viento. Entre a una mansión abatida por los años y la soledad que días atrás había sido mi prisión personal.
- Regrese por una promesa – me dije – no a desenterrar mis memorias abandonadas con el paso de mi vida.

viernes, 27 de mayo de 2011

tan solo un sueño...

Sucedió todo tan repentinamente que por un momento pensé que no era un sueño.
Llegue al punto de encuentro donde siempre nos citábamos, lo sé, me alegraba y excitaba al mismo tiempo, poder verte después de tanto tiempo…
Conducía precipitadamente por las calles de una ciudad desconocida.
Y te vi, estabas parada justo delante de un gran reloj digital que marcaba las 11:35 de la mañana, corrí hacia ti, empujando a quien fuera que se interpusiera en mi camino, toque tu hombro y volteaste con una sonrisa radiante, No aguante más, te abrase, te bese y llore descontroladamente, me aferre a ti con un miedo terrible de que te separasen de mí.
Conduje hasta que salimos de la ciudad, hablando de todo, del clima, de nuestro trabajo, de nuestros proyectos, de nuestros planes, esperanzas, sueños, ilusiones, todo… hasta que el silencio se hizo y no quedo mas que mirarnos, sonreírnos  y comprender que el silencio en ese momento era el mejor modo de expresar nuestro amor.
Unas casa blanca, grande, encima de una colima discreta era nuestro destino, una casa bonita que nos era tan familiar, rodeada de una valla blanca hecha de madera.
La habitación que fue nuestro punto final por esas horas, era grande, con un gran vitral que daba a un balcón donde se divisaba un gran campo que se antojaba interminable, con un lago como intermediario entre nuestra realidad y los sueños que tal vez nunca alcanzaríamos.
Desnudos, tomados de la mano y recostados en una hamaca para dos, contemplábamos el ocaso, me apretaste la mano, tan fuerte que tus dedos se quedaron impresos en mi piel. Me besaste apasionadamente como solo tú lo has hecho jamás, y susurraste lo cansada que estabas, te tumbaste en la cama, y yo tome mi tiempo para terminar de ver lentamente como el sol terminaba de ocultarse.
Al final me levante y entre… al verte dormir tan dulcemente, fui incapaz de hacer el menor ruido por despertarte, me vestí en el mayor de los silencios, mirándote tranquila y serena, como si ya reposaras en el dulce sueño de los olvidados.
Termine, te vi por última vez: completa, desnuda, perfecta… Una lagrima salió de mis ojos y llorando y con voz quebrada te susurre “adiós.”

El amor en un hilo de voz


 El amor en un hilo de voz
Una nueva ola de aquella mortal enfermedad azotó México. Increíblemente fuerte y aterradora. No podíamos creer que algo así estuviera sucediendo después de lograr superar la primera pandemia, ésta se llevo todo.
Al parecer nada de lo que yo hiciera evitaría que mi esposa e hijos enfermaran. Como nada podía hacer tampoco para enfermarme.
Tuve que ver como las tres personas  que más he amado caían lenta e irremediablemente ante una enfermedad de la cual la salida estaba lejos de encontrarse.
Recorrí hospitales atestados de personas muriéndose de lo mismo. Grité, pataleé, empujé, amenacé, exigí la cura, una jeringa, cualquier cosa, algo, pero nada surtía efecto. Todo el mundo mataba por lo mismo.
Regrese vacío de esperanza con menos de lo que me había ido. A juntarme con ellos, por los momentos que les quedaran.
Camas resguardando cuerpos inertes, llenos de ideas y sueños incumplidos, de amores perdidos hace muchas vidas. Camas olvidadas de la vida, sin susurros ni sonrisas. Sin temor a soñar inesperadas pesadillas. Fallidas en el intento de vivir.
Quemé los cuerpos, y guardé las cenizas en una cajita de madera tallada por mi hijo.
 ¿Ahora que haría? ¿Qué sucedería?
¿Qué es lo que debe hacer un músico, si no encuentra la música?
Tomé mi guitarra y quise tocar las canciones con las que enamoré a mi esposa. Pero de mi boca no salió nada. Ni un gemido, ni suspiros. Gotas amargas emergían de mis ojos, silenciosas y delicadas se posaron sobre la madera de mi guitarra.
Vi los instrumentos de mis hijos olvidados en el último lugar donde los tocaron. Aun oía el sonido del Violonchelo. Siento los dedos de mi hija acariciar sus cuerdas. El clarinete de mi hijo acompañando a su hermana. Todo es tan real, tal vez no tarden en llegar de su escuela, y pueda escucharlos una vez más. ¿Qué es lo que estoy haciendo?
Me senté en el suelo del cuarto de mi hija, a esperar. Nada pasó. Luna y sol desaparecían y aparecían sin ningún sentido. ¿Qué es lo que estoy haciendo?
“Es verdad” le dije a mi esposa, “aún faltan historias por escribir”.
Guardé las cenizas en una mochila pequeña, junto con manzanas y frutas secas. Tomé mi guitarra y salí de mi casa al encuentro de una Puebla muerta por una enfermedad maldita,  Una ciudad vacía y fantasmal, sin sentido ni razón, pero libre al fin de cuentas.       

martes, 26 de abril de 2011

e- Tech Solutions

En lo personal, la idea que e-Tech Solutions es buena, para un proyecto de globalización en masa, para la nueva ola de la globalización. Se me hizo muy interesante, juntar la mayor cantidad de información posible en una biblioteca virtual, aunque en la pagina que revise http://www.etechwebsite.com/index-4.html, no informan si este servicio es gratuito o tiene algún costo, si el servicio es limitado, reducido o completamente a cuesta de un costo.
Es muy interesante y útil.

domingo, 13 de febrero de 2011

Diario del peregrino II

15 – Octubre – 2010
Lo que aparentemente era mi trabajo de investigación, se ha convertido en una obsesión. Estoy a unos cuantos días de terminar de transcribir el diario de Pedro Bermúdez, aunque no sé si esto traiga consigo buenas o malas consecuencias.
Al parecer no solo Omar y yo estamos tras la búsqueda del peregrino del viejo mundo, Omar me ha hablado previniéndome de una especie de  “profanadores de la historia” que buscan el secreto detrás de la vida de Pedro Bermúdez, y sus intenciones no son precisamente académicas.
Al estar adentrándome en la vida de este curioso personaje me he dado cuenta de que su vida, aunque fascinante, es triste. No sé si estoy haciendo bien en adentrarme en la vida de este compositor perdido en el tiempo.   
Resulta que durante su viaje de Venezuela a Puebla, ha relatado parte de su niñez en Sevilla. Él era un niño cantor en la catedral y desde ese entonces lo absorbió como aprendiz el legendario compositor Francisco López de Capillas. No habla sobre la edad en que empezó a ejercer como aprendiz de Capillas, pero cotejando fechas, y el año que menciona, el debió haber tenido entre doce o catorce años.
Es curioso que él nunca mencionara a su mentor en sus anteriores diarios, los que encontramos en Venezuela y en Cádiz, pero menciona algo sumamente importante, algo que ni Omar y yo nos esperábamos, un nombre que no podía estar ahí. Resulta que cuando Capillas acepto a Bermúdez, el ya tenía otro aprendiz, lo describe como uno de los más asombrosos compositores que jamás vio, aparte de Capillas, y no contaba con más de siete u ocho años más que él en ese entonces. Juan Gutiérrez de Padilla.

Felipe Rojas Lara.      

jueves, 10 de febrero de 2011

5 – octubre – 2010
Hoy es día de mi cumpleaños, y cuál sería el mejor regalo que pudiera pedir, que haber hecho un gran hallazgo en mi investigación. Pedro Bermúdez aun sigue dándome sorpresas, un hallazgo que bien puede cambiar el rumbo de mi investigación. Se trata del diario, si, el diario que tanto tiempo Omar y yo hemos estado buscando, el diario que comenzó a escribir al salir de Venezuela rumbo a México.
Ya he empezado a transcribirlo, empecé inmediatamente después de haberlo encontrado esta mañana en el archivo. Estaba escondido tras el pórtico de un estante, el ultimo que nos faltaba mover para fumigar, y pareciera que me aguardaba, que solo me estaba esperando.
 El libro está  intacto, solo con las manchas comunes del tiempo. Es un cuaderno pequeño, un poco más grande que una agenda de bolsillo, encuadernada con piel y gravado con letras de oro “PB”. No hay duda alguna, es de él.
    No debe saberlo nadie, últimamente me he sentido muy inseguro, siento que hay alguien detrás de esta investigación, detrás de mí.
 Aun faltan muchas preguntas sin respuesta, la mayor de todas, y la que nos tiene a Omar y a mí en una constate preocupación, es quién será el “Artis Virtus” y si aun sigue existiendo. Espero que este diario nos de las respuestas que hemos buscado por todo este tiempo. ¿Por qué huyo Pedro Bermúdez? ¿A dónde huyo? Y si fue así, ¿llego con bien a su destino?
¿Llegare yo al mío?  
                                                                      Felipe Rojas Lara.