15 – Octubre – 2010
Lo que aparentemente era mi trabajo de investigación, se ha convertido en una obsesión. Estoy a unos cuantos días de terminar de transcribir el diario de Pedro Bermúdez, aunque no sé si esto traiga consigo buenas o malas consecuencias.
Al parecer no solo Omar y yo estamos tras la búsqueda del peregrino del viejo mundo, Omar me ha hablado previniéndome de una especie de “profanadores de la historia” que buscan el secreto detrás de la vida de Pedro Bermúdez, y sus intenciones no son precisamente académicas.
Al estar adentrándome en la vida de este curioso personaje me he dado cuenta de que su vida, aunque fascinante, es triste. No sé si estoy haciendo bien en adentrarme en la vida de este compositor perdido en el tiempo.
Resulta que durante su viaje de Venezuela a Puebla, ha relatado parte de su niñez en Sevilla. Él era un niño cantor en la catedral y desde ese entonces lo absorbió como aprendiz el legendario compositor Francisco López de Capillas. No habla sobre la edad en que empezó a ejercer como aprendiz de Capillas, pero cotejando fechas, y el año que menciona, el debió haber tenido entre doce o catorce años.
Es curioso que él nunca mencionara a su mentor en sus anteriores diarios, los que encontramos en Venezuela y en Cádiz, pero menciona algo sumamente importante, algo que ni Omar y yo nos esperábamos, un nombre que no podía estar ahí. Resulta que cuando Capillas acepto a Bermúdez, el ya tenía otro aprendiz, lo describe como uno de los más asombrosos compositores que jamás vio, aparte de Capillas, y no contaba con más de siete u ocho años más que él en ese entonces. Juan Gutiérrez de Padilla.
Felipe Rojas Lara.
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