viernes, 27 de mayo de 2011

El amor en un hilo de voz


 El amor en un hilo de voz
Una nueva ola de aquella mortal enfermedad azotó México. Increíblemente fuerte y aterradora. No podíamos creer que algo así estuviera sucediendo después de lograr superar la primera pandemia, ésta se llevo todo.
Al parecer nada de lo que yo hiciera evitaría que mi esposa e hijos enfermaran. Como nada podía hacer tampoco para enfermarme.
Tuve que ver como las tres personas  que más he amado caían lenta e irremediablemente ante una enfermedad de la cual la salida estaba lejos de encontrarse.
Recorrí hospitales atestados de personas muriéndose de lo mismo. Grité, pataleé, empujé, amenacé, exigí la cura, una jeringa, cualquier cosa, algo, pero nada surtía efecto. Todo el mundo mataba por lo mismo.
Regrese vacío de esperanza con menos de lo que me había ido. A juntarme con ellos, por los momentos que les quedaran.
Camas resguardando cuerpos inertes, llenos de ideas y sueños incumplidos, de amores perdidos hace muchas vidas. Camas olvidadas de la vida, sin susurros ni sonrisas. Sin temor a soñar inesperadas pesadillas. Fallidas en el intento de vivir.
Quemé los cuerpos, y guardé las cenizas en una cajita de madera tallada por mi hijo.
 ¿Ahora que haría? ¿Qué sucedería?
¿Qué es lo que debe hacer un músico, si no encuentra la música?
Tomé mi guitarra y quise tocar las canciones con las que enamoré a mi esposa. Pero de mi boca no salió nada. Ni un gemido, ni suspiros. Gotas amargas emergían de mis ojos, silenciosas y delicadas se posaron sobre la madera de mi guitarra.
Vi los instrumentos de mis hijos olvidados en el último lugar donde los tocaron. Aun oía el sonido del Violonchelo. Siento los dedos de mi hija acariciar sus cuerdas. El clarinete de mi hijo acompañando a su hermana. Todo es tan real, tal vez no tarden en llegar de su escuela, y pueda escucharlos una vez más. ¿Qué es lo que estoy haciendo?
Me senté en el suelo del cuarto de mi hija, a esperar. Nada pasó. Luna y sol desaparecían y aparecían sin ningún sentido. ¿Qué es lo que estoy haciendo?
“Es verdad” le dije a mi esposa, “aún faltan historias por escribir”.
Guardé las cenizas en una mochila pequeña, junto con manzanas y frutas secas. Tomé mi guitarra y salí de mi casa al encuentro de una Puebla muerta por una enfermedad maldita,  Una ciudad vacía y fantasmal, sin sentido ni razón, pero libre al fin de cuentas.       

No hay comentarios:

Publicar un comentario