miércoles, 1 de junio de 2011

I

Felipe miraba la pantalla de su computadora portátil, inmerso en un mundo de palabras casi inentendibles a simple vista, tenía que terminar su tarea dentro de unas dos horas rondándole por la  cabeza una interrogante a la manía de los estudiantes por siempre dejar todos sus deberes a último momento.
Aun la resaca de la mañana pasada se presentaba de momentos por su frente, una bendita fiesta por motivo del cumpleaños de su compañero de departamento había hecho que despertara justo en medio de dos sujetos evidentemente invitados (algunos totalmente desconocidos para él) en medio de la sala del departamento. Como pudo se arrastro hasta su cuarto para descubrir que una pareja había utilizado su recamara como nidito de amor, aunque en su estado no le importo mucho, y solo les quito unas colchas que tenían encima y se acostó junto a la pareja que notaría su presencia dos horas más tarde. Al volver a despertar la mayoría de las personas se habían ido, y él decidió tomar prestado un rehidratante de la alacena del lado de su compañero. Tomo una ducha y se centro por completo en la tarea que le habían dejado casi una semana atrás.
Miro el reloj de la computadora que marcaba las cinco y media de la mañana. Volvió a mirar su tarea, solo le faltaban la firma y la fecha del manuscrito que el profesor les había entregado para que pudiera empezar a catalogarlo y poder entregarlo a tiempo en su primera clase de la mañana, pensó en lo idiota que había sido al tomar una clase tan temprano, pero el profesor con quien quería tomar dicha clase solo daba a esa hora los lunes, miércoles y jueves, se tallo los ojos y intento volver a concentrarse sin éxito. “Tal vez una buena taza de café” pensó. Tomo su computadora y la traslado a la sala para que pudiera sentarse en un lugar más cómodo, los restos de la fiesta aun estaban palpables, tomo la primera taza aparentemente limpia que encontró y le puso agua, dos cucharadas del café que tenían, una pizca de azúcar y lo metió al horno de microondas, mientras este hacia su trabajo se asomo a la gran ventana que tenían en su pequeña cocina, aun el sol iba a tardar en salir, pero aun así ya había movimiento en la gran ciudad de México. Escucho el sonido que le anunciaba que su taza de café ya estaba lista, la tomo y se dirigió con pesadez a su computadora, volvió a ver la hora, el sol se estaba empezando a manifestar poco a poco, señal de que el tiempo se le estaba escapando de las manos como agua, bebió un gran sorbo de su café extremadamente cargado, y siguió con su tarea. “Otro maldito manuscrito de Alejandro Lobo” pensó, termino de transcribirlo y comenzó a catalogarlo.
- ¿Estás loco? – Su compañero de departamento estaba parado enfrente de él aun con el último sueño reciente, - me has despertado, estás haciendo mucho ruido.
- Tengo que entregar esto a las ocho de la mañana en el escritorio del profesor, o no tendré derecho a examen, – Felipe se sobresalto un poco al oír a su compañero, pero trato de ocultarlo lo mejor que pudo,- no deberías levantarte tan temprano, después de nuestro chistecito de antier.
- Fue épico – dijo con una risita, - ¿te falta mucho?
- no mucho, es el último documento, solo tengo que terminar de catalogarlo, ¿Por qué no vuelves a la cama?
- Eso are – se rasco la cabeza y bostezo perezosamente – no hagas mucho ruido cuando te vayas – y se dirigió arrastrando los pies hacia su habitación.

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